¡Gracias Whatsapp!, para que luego digan que es una aplicación del demonio.
Domingo por la tarde y alguien pone en el grupo del club, «vamos que quedan plazas para Segovia, tres últimos días de plazo», y ahí que me lanzo, con apenas siete entrenos en las últimas semanas, los populares no entrenamos, decido que, ¿Por qué no? Dicho y hecho inscripción realizada, solo falta la confirmación por parte del hotel para cambiarnos una habitación individual por una doble, confirmado tengo habitación con Javier Eleno otro popular del running.
En la víspera de la carrera nos disponemos temprano a salir hacía Segovia, Ciudad Patrimonio de la Humanidad y donde tantos cochinillos encontraron la muerte para saciar paladares, dejamos atrás Plasencia nublada y con lluvia y nos encontramos con una Segovia despejada.
Lo primero, buscar el hotel, no tiene perdida esta justo al lado del Gran Acueducto Romano, que servia para traer agua desde Riofrío, a unos 18 kilómetros de la ciudad, en la época de los Flavios, Nerva y Trajano.
Resuelto el tema del hotel, nos dirigimos a la recogida de dorsales, con todo hecho para el día de la carrera solo nos queda disfrutar de esta bella ciudad. Día muy intenso, con rápidas visitas a los más bellos rincones, Acueducto, Catedral, Alcázar, Barrio Judío.
El día de la carrera amanece con una muy buena temperatura para el running, el cielo está encapotado pero parece que la lluvia no va hacer acto de presencia, eso si, lo que si hace acto de presencia son los nervios típicos de cualquier carrera que se precie, nada que no quite un buen desayuno, importante para una carrera exigente como esta.
Ya es casi la hora de tomar la salida y corredores llegados desde diversos puntos de la geografía española nos disponemos a tomar la salida desde el empedrado de la Plaza de Azoguejo, el cañonazo de la pieza de artillería nos indica que es el momento de echarnos a correr en dirección a la Avenida de Roma, para poco después empezar con la primera subida de unos 2 kilómetros, salvado este tramo pasamos por el primer avituallamiento, cruzamos el puente de la lavandera y de nuevo otra subida, como no, nos dirigimos a los pies del Alcázar, pasaremos de nuevo por los arcos del majestuoso Acueducto, es ya casi el kilómetro 11 y nos disponemos a tomar la calle Real, impresionante, corredores en fila de uno, con el aliento animador de los espectadores, cual etapa de montaña del Tour de France, indescriptible las sensaciones que tiene uno como corredor popular al sentir algo así, como habrán sentido cientos de miles de corredores a lo largo de las ediciones de esta ya maravillosa carrera.
Seguimos con la carrera callejeando por diversas calles, plazas y lugares emblemáticos como; Plaza de Medina del Campo, Plaza Mayor, Catedral, Palacio de Justicia, Barrio Judío, Jardines del Alcázar, todo esto acompañado de charangas y gente que no para de exhalar ánimos, tenderas que te ofrecen con toda amabilidad vitamina “C” de unas naranjas exquisitas lavadas y cortadas por ellas mismas.
Con la aparición de una finísima lluvia intentas mantener el ritmo que te ha llevado hasta ahí, e inspirando todo el aire que se pone a tiro nos dirigimos a meta, ya con las fuerzas muy tocadas por esta exigente carrera, aleluya; una bajada y solo nos quedan unos poquitos metros para ver a nuestros acompañantes de viaje y ver de nuevo esos arcos que te indican que se acabó, que el objetivo esta cumplido, una nueva media maratón para el cuerpo y para la buchaca.
¡A la ducha! Para reponernos de tan gran esfuerzo. El cansancio que desaparece al llegar al restaurante donde nos aguardan unas cervezas y sobre todo el menú elegido para la ocasión; plato de judiones, cochinillo y de postre ponche segoviano, todo exquisito.
Toda esta crónica no tendría sentido si no se ensalzase el maravilloso fin de semana que pasé en Segovia acompañado de los Atletas Populares de Plasencia y sus familiares, gracias a todos, gracias amigos. Sois grandes y con vuestra grandeza hacéis grande a un club como este. MUCHAS GRACIAS.
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